viernes, 15 de julio de 2011

Red

Me planto en medio del recibidor de casa y me miro al espejo, pequeño y ovalado. Bueno, su casa. Diría que es nuestra, pero ella ya no está. No aquí; bueno, sí, pero no con forma humana. La quería. Alguien dijo alguna vez que era la mayor expresión de amor. En la penumbra, mi reflejo me sonríe ensangrentado antes de vomitar sobre la alfombra naranja. Desando mis pasos arrastrando los pies, dejando ríos -huellas- tras de mí por los pasillos. Oh. Los azulejos blancos. ¡Blancos! ¿Por qué son rojos? ¿La encimera no era gris? ¿Por qué es roja? Nos amábamos, yo a ella, ella a mí. Eramos un todo, eramos una. 


Rojo, todo es rojo, todo son salpicaduras, ríos de su vida desparramados por los azulejos. Todo es rojo. Creo que beberé algo. También es roja, la nevera es roja, mi ropa es roja y pegajosa, pringosa y húmeda. Tiro de la puerta fría -Roja, húmeda y pegajosa-. No hay luz en el interior (¿Se habrá fundido la bombilla?), no hay luz ahora que ella se ha ido. Sí la hay, pero no quiero verla. Y más rojo -¡Sangre!- Roja, roja roja y brillante y está por todas partes lo inunda todo todo y apesta... Oh Dios Mío Todo todo todo Yo la quería. 


"El canibalismo es la mayor expresión de amor humano."


Oh Diosa Mía. No me mires, no entre latas vacías y rojas. Yo te amo.

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